VIVIR SANO

7 horas y cuarenta minutos de sueño. Pulsaciones al despertar: sesenta y dos por minuto. 5 quilómetros de carrera con desnivel de trescientos metros, quemando 480 calorías, de las que trescientos ochenta y cuatro son de grasa anatómico. Desayuno de cuatrocientos cuarenta calorías, con cuarenta gramos de hidratos de carbono, treinta y ocho de proteína, ocho de grasa y tres de fibra. Presión arterial: 11/7; azúcar en sangre: noventa. Estado de ánimo: alegre. El día comienza bien.

¿Deseas perder peso, ser más atlético, no caer enfermo o bien tener más memoria? Puesto que toma papel y lapicero, y comienza a apuntar números. O bien mejor aún: deja que tu computador, tu móvil y varios gadgets lo midan todo. Únicamente deberás esmerarte, mas asimismo vas a poder gozar viendo de qué forma tus cifras personales mejoran.

El llevar un registro de nuestras actividades tiene un efecto definitivo si deseamos mudar nuestro estilo de vida. La báscula deja de ser el oponente cuando sirve para garantizar que la dieta marcha y perdemos peso. El corredor que vive pendiente del reloj cronómetro, procurando rasguñar unos segundos más, festeja la victoria cuando lo logra. Si podemos revisar los progresos, el cerebro experimenta una recompensa inmediata, y eso es adictivo.

Mas correr con el reloj cronómetro en la mano, comer consultando una tabla de nutrientes y vivir pendiente de un diario semeja más bien el inicio de una pesadilla. Solo los más obsesivos podían llevar hasta el momento un registro estricto de su vida. Por fortuna, la tecnología digital ha hecho considerablemente más simple tanto la labor de medir como la de guardar esos datos para repasarlos.

El efecto ‘Hawthorne’

Medirlo todo y vivir conforme el dictado de los números ya no es un castigo. Es un procedimiento para lograr lo que deseamos, pues a nuestro cerebro le agrada la información. En los años veinte, un conjunto de estudiosos estudió a los empleados de la factoría de material eléctrico Hawthorne de la ciudad de Chicago, en un intento de acrecentar su productividad. Los primeros ensayos mejoraron la iluminación, y la producción mejoró. Ahora volvieron a las condiciones de iluminación precedentes, y ¡la producción aumentó nuevamente! Lo mismo ocurría al acrecentar o bien reducir el tiempo de reposo, y al dar temtempiés a los trabajadores, para entonces quitárselos. La productividad aumentaba en todos y cada uno de los casos.

La conclusión fue que los trabajadores rendían más por sentirse observados, con independencia de los cambios. Sorprendentemente, el principio asimismo se aplica a nosotros mismos. Por poner un ejemplo, si medimos nuestros adiestramientos, estos van a ser más esmerados. Si medimos nuestra nutrición, vamos a comer mejor. ¿Por qué razón? La palabra clave es retroalimentación.

La fuerza de los datos

A lo largo de los años sesenta, múltiples voluntarios se conectaron a máquinas de laboratorio procurando frenar los latidos de su corazón. Los ensayos se efectuaron en Estados Unidos midiendo la frecuencia cardiaca, la presión arterial y las ondas cerebrales, con la esperanza de que, conscientes de las lecturas, los sujetos pudiesen supervisarlos. Ciertos lo lograron, mas los resultados no fueron concluyentes. Con lo que semeja que el biofeedback, que de esta forma se llamó esta técnica, no nos “enseña” a supervisar las funciones involuntarias del cuerpo. No obstante, sí ha tenido éxito para tratar ciertos trastornos relacionados con el agobio, como las jaquecas, la ansiedad y el tartamudeo. Los equipos de biofeedback miden la conductividad de la piel para valorar el agobio, aparte de la frecuencia cardiaca y las ondas cerebrales. Con esos datos es más fácil aprender a relajarse.

Mas no es preciso un laboratorio. Una simple báscula de baño o bien aun un espéculo pueden tener el efecto deseado cuando de lo que se trata es de ser siendo conscientes de lo que sucede en nuestro interior, para alterarlo.

Cualquier médico recitará la fórmula ya conocida: si comemos más calorías de las que nuestro cuerpo precisa, engordamos. Si comemos menos, adelgazamos. Mas la realidad no es tan simple. Siguiendo esa lógica, un adulto sedentario que necesite dos mil kilocalorías al día puede decidir comer nueve Donuts al día, que suman mil ochocientos. Con semejante dieta, no solo no va a perder peso, sino, además de esto, se procurará muchos otros problemas médicos.

Medir lo que comes

Contar las calorías y conocer cuánto se come es esencial, mas es del mismo modo esencial cuidar qué se come. La mayor parte de las llamadas dietas populares, como la Zona, Atkins, Ornish y Weight Watchers, procuran la fórmula de la dieta perfecta.

En el caso de Weight Watchers, la fórmula está aun patentada (véase el recuadro de la página siguiente). El procedimiento de esta multinacional presente en treinta países consiste en asignar puntos a los comestibles conforme su contenido en calorías, grasa y fibra. Cada persona puede consumir un número de puntos diarios conforme su edad, peso y actividad. Si hace más ejercicio, dispone de más puntos y puede comer más.

El padre de la popular dieta de la Zona, el bioquímico Barry Sears, mantiene que nuestras calorías cada día deben dividirse en un cuarenta por ciento de proteínas, cuarenta por ciento de hidratos de carbono y treinta por ciento de grasas. La meta es sostener el equilibrio hormonal y eludir avatares de insulina en sangre, impidiendo al tiempo que el azúcar se almacene en forma de grasa. La dieta debe completarse siempre y en todo momento con la práctica de deporte. Tanto la dieta de la Zona como la Atkins tienen otra base numérica: el índice glucémico (IG). Los hidratos de carbono que comemos se descomponen a lo largo de la digestión para transformarse en glucosa. Los hidratos malos radican en comestibles con índice glucémico alto, como el azúcar y la harina blanca, que se asimilan deprisa y provocan un aumento de azúcar en sangre y en los niveles de insulina, y esto causa que se acumule grasa en los michelines. La solución es comer hidratos lentos, con IG bajo, como las verduras.

Una investigación publicado en el Journal of the American Medical Association equiparó los resultados de estas dietas populares para medir sus efectos en el perder peso y prevención de enfermedades cardiovasculares.

Pese a las distintas metodologías, todas y cada una funcionaron. Mas esto no era solo virtud de los regímenes, sino asimismo influyó que los estudiados medían lo que comían y recibían información de sus progresos.

El adiestrador interior

El actor Ben Affleck se puso a lo largo de 4 meses a cargo de un adiestrador personal para lucir abdominales en la película The Town. Un calvario semejante debieron pasar Tobey Maguire para rellenar el traje de Spider-Man y Hilary Swank para encarnar a la pugilista de Million Dollar Baby. Estos profesionales prácticamente conviven con sus acólitos, controlan su adiestramiento y su dieta al milímetro. Y si bien este género de adiestrador está fuera del alcance de la mayor parte, con un tanto de electrónica ahora es posible llevarlo en el bolsillo.

En los últimos tiempos, los pulsímetros se han transformado en genuinos ordenadores en miniatura para todos y cada uno de los públicos. Los modelos más recientes registran el ritmo cardiaco de manera permanente, a través de un sensor inalámbrico sujeto al pecho que nos ayuda a sostenernos en la zona cardiaca conveniente. De esta manera, calcula a través de una fórmula nuestra frecuencia máxima. Si se hace ejercicio sosteniendo las pulsaciones en el sesenta y cinco por ciento del valor máximo, se optima la quema de grasas. Si suben alrededor del setenta y cinco por ciento , se entra en la zona aeróbica, en la que se gana fondo: se aumenta la capacidad cardiovascular y la resistencia. Y sobre el ochenta por ciento se pasa a la zona anaeróbica: los músculos no queman grasa, sino más bien glucógeno, y generan ácido láctico; el cuerpo aprende a retrasar el agotamiento.

Este Pepito Grillo electrónico no solamente nos acompaña a lo largo de el ahínco. Al llegar a casa, los datos se pueden introducir en el PC, registrar el adiestramiento del día y en los modelos con GPS, trazar un recorrido y una curva del desnivel. Únicamente nos queda jactar en la red de redes del nuevo récord logrado.

Todo, en la nube

El dispositivo Nike+, desarrollado por el fabricante de zapatillas en cooperación con Apple, es un gadget exageradamente fácil. Se pone dentro de la zapatilla (que tiene un hueco a dicho efecto) y sencillamente mide el tiempo que el pie está en contacto con el suelo. Con este valor se puede calcular la zancada, la cadencia, la velocidad, la distancia recorrida y las calorías consumidas, más o menos.

Cualquier pulsímetro hace más que eso, mas el sistema de Nike es un éxito, con más de un millón de usuarios en el mundo entero. ¿Su secreto? Por una parte, que marcha con el iPod, y la música es para muchos corredores un acompañante indispensable. Y por otro, su conexión a la red. Cuando se conecta al computador, los datos de la carrera se publican en una página creada a dicho efecto. Allá se pueden cotejar con los de corredores de todo el planeta y convocar carreras virtuales, que en el lugar llaman bravuconadas, para revisar quién logra recorrer ya antes cincuenta quilómetros. El ejercicio se transforma en una actividad social a la que muchos acaban enganchándose. Llevar un diario de los progresos, la posibilidad de compartirlos y, por qué razón no, alardear de ellos, semeja ser la clave.

Lo mismo ocurre con el perder peso. Los usuarios del sitio FitDay.com disponen de una enorme base de datos de comestibles, y llevar un diario de lo que se ha consumido en el día es tan fácil como agregar el menú desde una lista. En la página se calculan las cantidades de hidratos, proteínas y grasas, se pueden ver gráficas de pérdida de peso y establecer objetivos.

Más sanos, más fuertes, mejor alimentados y… ¿más felices?

La medida de la alegría

Aún no se ha inventado una unidad que mida la dicha, ni un sensor que deje registrarla. Mas en el laboratorio del sicólogo de Harvard Dan Gilbert, una de las autoridades mundiales sobre la dicha, lo están procurando. Su programa Track Your Hapiness es una fácil aplicación para iPhone que pregunta cada cierto tiempo cuál es nuestro nivel de dicha. El sistema da un informe de los cambios en nuestro estado conforme lo que hacemos, las personas que nos acompañan, el instante del día y otros factores.

Esta nueva especie que todo lo mide lleva por nombre self tracker, o sea, personas que llevan un registro detallado y sumamente cauteloso de sí. La tecnología nos deja a todos hacer una completa fotografía de lo que somos y lo que hacemos día tras día. Si esa imagen nos deja conocernos mejor, seguro que vamos a ganar algo.

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