Noticias en SALUD : Los ’60 están de vuelta: Nuevos estudios reviven las terapias psicodélicas

El 19/4/1943, el químico suizo Albert Hofmann ingirió 250 microgramos de la dietilamida de ácido lisérgico, LSD-25, más conocida simplemente como LSD -un compuesto químico que había sintetizado por primera vez en 1938, mientas buscaba encontrar posibles usos de los alcaloides del grupo ergolina, presentes en el cornezuelo (un hongo que infecta los granos del cereal que se utilizan para hacer pan de centeno)-.

En un primer momento, explica Wikipedia, Hofmann pensó que los alcaloides podrían tener utilidad como analéptico, estimulante de los sistemas circulatorio y respiratorio. Sin embargo, en los experimentos que se realizaron con animales no se observó ningún efecto beneficioso en este sentido. En 1943, Hofmann volvió a trabajar con el compuesto siguiendo lo que denominó un “curioso presentimiento”.

3 días antes de ingerir la droga, el 19/4/1943, Hofmann había absorbido accidentalmente unas pocas gotas del químico a través de su piel y ojos, lo que le provocó sensaciones extrañas: una sensación parecida a la ebriedad, no desagradable, que se caracterizaba por una estimulación extraordinaria de la imaginación. Como un estado de ensueño. Hofmann cerró los ojos y contempló series ininterrumpidas de “imágenes fantásticas, formas extraordinarias con patrones de colores intensos, caleidoscópicos”.

Pero eso no fue nada con lo que experimentó cuando decidió ingerirlo en dosis más altas, apunta Dave Roos del portal Seeker. “Tuve que luchar para poder hablar inteligiblemente. Le pedí a mi asistente de laboratorio, quien estaba al tanto del auto-experimento, que me acompañara a mi casa”, escribió Hofmann luego, en la descripción de la vuelta en bicicleta a su casa desde el laboratorio -por las restricciones del período de guerra, no había automóviles disponibles-.

Fue el primer viaje de ácido de la historia, y se lo conoce como ‘el día de la bicicleta’. “De camino a mi casa, mi condición comenzó a asumir formas amenazantes. Todo lo que estaba en mi campo de visión vacilaba y estaba distorsionado como si lo estuviera viendo a través de un espejo cóncavo. También tenía la sensación de no poder moverme de lugar. Sin embargo, mi asistente me dijo luego que habíamos viajado muy rápido”.

Cuando llegó a su casa, llamó a un doctor y pidió leche a su vecina -un antídoto no específico contra el envenenamiento-. El médico no le encontró ningún síntoma físico anormal, excepto las pupilas extremadamente dilatadas. Wikipedia explica que Hofmann pasó varias horas aterrorizado, convencido de que un demonio había poseído su cuerpo, de que su vecina era una bruja y que el mobiliario de su casa lo amenazaba. Pensó que había enloquecido por completo. Poco después, acostado en la cama, el pánico viró en una sensación de buena suerte y gratitud, combinados con colores y juegos de forma placenteros. Imágenes fantásticas que se sucedían las unas a las otras. Las impresiones acústicas (como el ruido de un auto que pasaba) se transformaban en imágenes. Hofmann se durmió y despertó al día siguiente con la mente clara, aunque con cierto cansancio corporal y notó que todos sus sentidos “vibraban con una sensibilidad superior, que duró durante todo el día”. Al laboratorio al que pertenecía Hofmann, Sandoz, le quedó claro que el LSD tenía el poder de alterar la conciencia y la percepción en maneras que podrían ser útiles a psiquiatras y psicólogos.

Durante los ’40, los ’50 y hasta mitades de los ’60, más de 100 estudios financiados por el Gobierno de USA exploraron el uso de LSD para tratar la depresión, el acoholismo, la esquizofrenia, el autismo, el desorden obsesivo-compulsivo, con resultados increíblemente positivos, apunta Seeker. El Ejército estadounidense y la CIA hasta experimentaron con la droga como arma de control mental contra los soviéticos. Los terapeutas incluyeron viajes con LSD guiados en sus prácticas en los ’50. Además, la sustancia tuvo un rol importante también en el nacimiento de la psicofarmacología.

Pero el uso del LSD no permaneció confinado a los laboratorios y los terapeutas: comenzó a difundirse. A comienzo de los ’60, proliferaron las fiestas con LSD en USA. Nació la psicodelia hippie, y el compuesto químico quedó asociado a esto y perdió parte de su legitimidad científica, explica Seeker.

En 1962, el Congreso de USA aprobó una normativa sobre fármacos que catalogó al LSD como una “droga experimental”, lo que prohibió su uso clínico. En 1966, los laboratorios Sandoz dejaron de comercializar LSD. En 1968, su posesión se volvió delito menor y su venta delito grave. En 1970, Richrd Nixon creó la Ley de sustancias fiscalizadas, creó la Agencia contra las drogas (DEA) y clasificó al LSD como un narcótico de la Lista 1. Con la declaración de guerra contra las drogas, toda investigación sobre el ácido lisérgico pasó a la clandestinidad. En 2016, John Ehrlichman, quien fue jefe de la Política Interna durante el mandato de Nixon y declaró por primera vez la “guerra contra las drogas”, afirmó en entrevista con la revista Harper’s que esta estrategia fue creada como un arma de control social para contener a “2 enemigos: la izquierda antiguerra y la gente negra”.

Pero Roos explica que finalmente, después de décadas, la investigación sobre las sustancias psicodélicas en su potencial de tratar enfermedades está comenzando a renacer.

En 2006, un respetado psicofarmacólogo, Roland Griffiths, de la Escuela de Medicina de la Universidad John Hopkins, aseguró en un artículo que una única dosis de psilocibina -sintetizada por Albert Hofmann a partir de hongos alucinógenos mexicanos- puede desatar “experiencias místicas” que pueden tener un efecto psicológico positivo duradero.

En 2016, un estudio de la Universidad de Nueva York probó la psilocibina en pacientes con enfermedades terminales que padecían ansiedad aguda con respecto a la muerte. Seeker describe que una sola experiencia psicodélica, guiada por terapeutas entrenados, “fue suficiente para mejorar significativamente la perspectiva del fin de la vida de los pacientes, lo que los liberó para poder cosechar la mayor alegría del tiempo restante. Otros estudios recientes han confirmado investigaciones de los ’50 sobre lo que los psicodélicos pueden ayudar a los fumadores y alcohólicos a dejar sus adicciones.”

En el Imperial College London, Robin Carhart-Harris y sus colegas administraron psilocibina a personas que padecían depresión desde hace décadas. “2 semanas después de la terapia psicodélica, dos tercios de los participantes alcanzaban los criterios de remisión, lo que significa que no padecían síntomas de la enfermedad. Y alrededor de la mitad se mantuvieron sin depresión durante 3 meses más, sin tratamiento alguno.”

Carhart-Haris llevó a cabo escaneos cerebrales de personas bajo la influencia del LSD y de la psilocibina. Lo que revelan es una buena explicación de por qué los psicodélicos pueden ayudar a tratar la depresión: lo que los psicodélicos hacen en el cerebro es suprimir la actividad de algo llamado Red Neuronal por Defecto, la que conduce la sinfonía de sinapsis que tienen lugar en el cerebro -transmisiones de impulsos nerviosos eléctricos entre las neuronas-. Esto es lo que lleva a una experiencia de disolusión del ego y a sentirse uno con el universo, explica Seeker. Ante la interrupción de la Red Neuronal por Defecto, se establece comunicación entre áreas del cerebro que usualmente no mantienen relación. Eso explica por qué una persona bajo la influencia del LSD puede “ver” sonidos: la corteza visual está analizando datos que vienen de señales auditivas.

La realidad es que los potenciales efectos negativos que puede tener el consumo de sustancias alucinógenas -aún si fuese en un marco terapúetico- son significativos y por lo tanto, es difícil pensar en un regreso de las terapias alucinógenas al nivel de los ’60, pero es destacable que al menos de esté volviendo a investigar sobre el tema.

Según Glen Hanson, asesor máximo del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de USA, el principal problema con los alucinógenos es que no se puede predecir cómo afectarán a cada persona. Esto puede variar enormemente. Los alucinógenos perturban la química del cerebro, por lo que si la química cerebral alguien “ya es anormal. ¿A dónde vas a terminar con esa persona?”, se preguntó, en entrevista con NPR.

Delfina_Korn

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