Ciertos podrían meditar que pasear no es un deporte que nos asista a sostenernos en forma comparándolo con otros ejercicios que precisan más desgaste físico. Mas no es cierto. Caminar no solo es una estupenda costumbre para sostener en forma nuestro cuerpo, sino más bien asimismo nuestro cerebro, algo de lo que eran conscientes ya los viejos pensadores helenos.
El secreto está en que un buen camino genera cambios esenciales en nuestro cuerpo: el corazón bombea más veloz y hace circular más sangre y oxígeno a todos y cada uno de los órganos, incluyendo el cerebro. Muchos ensayos han probado que a lo largo de y tras el ejercicio, aun cuando el ahínco es suavísima, las personas se desenvuelven mejor en pruebas que precisan de memoria y atención plena. Además de esto, pasear de manera regular fomenta nuevas conexiones entre las células cerebrales, retrasa el envejecimiento del cerebro, aumenta el volumen del hipocampo (zona esencial para la memoria) y eleva los niveles de moléculas que estimulan el nacimiento de nuevas neuronas y una mejor comunicación en la sinapsis.
Puesto que no debemos dedicar mucho esmero consciente para caminar, nuestra atención queda liberada para deambular a su antojo. Este es exactamente el estado mental que múltiples estudios han vinculado a meditar en ideas renovadoras, algo que confirmó una investigación de la Universidad de Stanford a principios del actual año.
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