Trillones de seres viven en nuestro intestino

Todos y cada uno de los mamíferos alojamos un planeta de bacterias. Nuestras supones son un zoológico que aloja cien trillones de microorganismos (diez veces más que las propias células humanas). Son en torno a mil especies con una diversidad genética cien veces más grande que la humana. No obstante, han identificado ciertos ejemplares con peculiaridades negativas y otros con propiedades beneficiosas para la salud. Una investigación reciente efectuada por el Departamento de Medicina Celular y Molecular de la Clínica Cleveland (Estados Unidos) ha comprobado que la colina (un nutriente presente en los huevos y en el pescado) que llega al intestino se transforma por acción de ciertas bacterias que allá anidan en óxido de trimetilamina (TMAO), substancia implicada en la aparición de aterosclerosis. El estudio prueba que la acción de la vegetación bacteriana es esencial en el desarrollo de esta y otras enfermedades cardiacas, y que sin ella la producción de TMAO en el organismo se interrumpe.

Los inquilinos del aparato digestible

La teoría evolutiva dicta que la vida brotó de una bacteria llamada LUCA (Last Universal Common Ancestor). Los microorganismos del intestino son familiares de ese ser que dio origen a las eucariotas (organismos con un núcleo que concentra la información genética) y a las procariotas, que son las bacterias, cuyo material genético, como no tienen núcleo, está desperdigado en el citoplasma.

En la fauna digestible viven ciertas eucariotas, como hongos y otros tantos arqueos que colonizan la parte inferior del cilindro digestible, mas las bacterias son la población más abundante. Ya antes, estas especies eran llamadas microflora intestinal; ahora, los científicos prefieren llamarlas microbiota o bien microbioma humano. El día de hoy saben que son bacterias, microorganismos que influyen en el metabolismo del ser que las aloja.

Las investigaciones prueban que las personas con obesidad tienen una microflora intestinal más pobre que las delgadas
Los hábitos de higiene extrema y los antibióticos han contribuido a alterar la composición bacteriana del intestino. Conforme señala Galina Imrie, autora del libro Always look after number two!, los microbios intestinales, todos juntos, pesan de uno a 2 kilogramos. Más aún: el setenta por ciento de la inmunidad del cuerpo nace de la interacción de esas bacterias con el organismo; además de esto, las células inquietas o bien neuronas del intestino efectúan tantas comunicaciones y trasferencias de información que ciertos autores lo llaman el segundo cerebro. Aun está probado en laboratorio que los ratones estériles o bien libres de microbios precisan entre un diez y un treinta por ciento más de comestible para sostener su peso anatómico, en comparación con ratones normales.

Fue en mil novecientos ocho cuando el microbiólogo ucraniano Ilya Mechnikov aseveró que la ingesta de bacterias a través de productos lácteos fermentados, como el youghourt, tenía una repercusión positiva en el funcionamiento del tracto digestible. Aseguraba que su consumo regular era la causa de su longevidad.

Realmente difíciles de estudiar

En nuestros días hay herramientas científicas para estudiar esos microscópicos aliados del hombre. No obstante, los científicos solo han identificado un 1 por ciento de los microorganismos que componen la microbiota intestinal. La complicación se encuentra en que un sinnúmero de las especies microbianas no son arables y no pueden estudiarse con las herramientas tradicionales de la biología. La metagenómica deja estudiarlas con técnicas de biología molecular. Si bien no estudia cada especie, extrae una secuencia de ADN para identificar los genes implicados en esa comunidad.

El género de microbioma es como el género de sangre. Igual que hay conjuntos sanguíneos, en los humanos hay 3 conjuntos de microbiota: A, B y C. En cada uno de ellos prevalece una bacteria diferente. Los A y C son más frecuentes; y en Estados Unidos y en el país nipón hay individuos que comparten exactamente el mismo enterotipo. “Ni la genética ni la nutrición semejan influir”, explica Francisco Guarner, responsable en España del proyecto Metagenómica del Tracto Intestinal Humano (MetaHIT), iniciativa de la UE para formar un Consorcio Internacional del Microbioma Humano.

El estudioso asegura que se han analizado ochocientos individuos de Europa, Estados Unidos y unas partes de China. “Nuestra sorpresa fue que la exuberancia de cada especie no se reúne por similaridad en países, ni por zonas, ni por continente”, explica. El enterotipo A es dominado por bacteroides. El B, por prevoletas, y el C por ruminococos. Estos organismos condicionan el equilibrio intestinal del resto de las bacterias. La composición bacteriana es flexible, con lo que la microbiota de un mismo individuo puede cambiar en exactamente el mismo día, y más todavía si ha tomado antibióticos (que van a matar por igual bacterias buenas y malas), mas el enterotipo no se alterará.

El conducto intestinal es como un minicerebro, con más neuronas que la propia medula espinal
El descubrimiento de enterotipos deja comprender nosologías como la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, la diabetes y la obesidad, puesto que los científicos hallan relaciones entre la ausencia o bien el exceso de ciertas bacterias con estas enfermedades. El interrogante es de qué forma establecer ecosistemas intestinales sanos con la reintroducción de las bacterias beneficiosas para ese organismo.

Nuestro cuerpo comienza a poblarse de microbios de todo género a lo largo del nacimiento vaginal y después el sistema digestible recibe un sinnúmero de bacterias que se hallan en el entorno y en la leche materna. Esas bacterias robustecen el sistema inmunitario del recién nacido.

Culpables de la gordura

La repercusiones de la microbiota perturbada son evidentes en las personas con obesidad. En Estados Unidos y en Europa múltiples investigaciones han llegado a conclusiones afines entre sí. Equipararon la microbiota de individuos sanos con la de obesos y hallaron diferencias substanciales. Tanto los ratones de laboratorio como los humanos de constitución más gruesa tienen, en comparación con sus congéneres delgados, una proporción diferente de bacterias encargadas de la digestión y el equilibrio energético. Al adelgazar, la proporción de las bacterias vuelve a mudar.

A lo largo de la primera conferencia mundial sobre Microbiota Intestinal para la Salud, festejada en Evian, Francia, en dos mil doce, los científicos coincidieron en que cada vez hay mayor patentiza sobre la relación entre la obesidad y la presencia de 2 bacterias concretas: los bacteroidetes y los firmicutes. La proporción de los primeros es menor en los obesos que en los delgados. Y cuando los obesos son sometidos a dietas adelgazantes, la población de bacteroidetes aumenta y la de firmicutes reduce.

Más aún: se ha comprobado en laboratorio que los ratones a los que se ha inducido mayor número de firmicutes engordan. Ascensión Marcos, especialista del Instituto de Ciencia y Tecnología de Comestibles y Alimentación, explica que se ha identificado que la microbiota es diferente entre aquellos que bajan más de peso y entre aquéllos que bajan con menor sencillez. “Eso muestra que hay un factor que altera la posibilidad de que todos bajen de peso de exactamente la misma manera”. La estudiosa advierte de que, normalmente, las personas con obesidad tienen una microflora intestinal pobre. “Cuanto más gordito, menos bacteria tienes”, asegura la especialista.

Esto se une a que una población microbiana perturbada y pobre repercute enormemente en el sistema inmunitario, lo que produce individuos que se vuelven más propensos a padecer males como diabetes, alergias y también infecciones autoinmunes.

Recientes investigaciones han probado asimismo la existencia de una relación entre el comportamiento humano y la introducción de las bacterias probióticas que se alojan en el intestino. Javier Bravo, estudioso de la Universidad de Valparaíso, en Chile, participó en una investigación en el que se indujo la cepa JD1 de la bacteria benigna Lactobacillus rhamnosus en roedores. El resultado: animales sin agobio ni depresión.

De venta en el súper

Es un tema bastante difícil de digerir, aun para los especialistas de la salud, puesto que la investigación todavía está en sus inicios. A pesar de ello, la publicidad aprovecha la poca información libre sobre el tema aun para ofertar comida con probióticos para perros. Las tiendas de autoservicio dedican corredores enteros a la oferta de yogures y leches fermentadas. Para los intolerantes a la lactosa hay lactobacilos en cápsula. No falta de nada.

Mas las investigaciones científicas no han probado que las propiedades de estos productos sean siempre y en toda circunstancia ventajosas. De cualquier forma, tal como advierten los especialistas, deberíamos tener más conciencia de la relevancia de nuestro intestino.