Nuestra cotidiana realidad

Cada día resulta más difícil pensar en un futuro feliz para nuestros hijos jóvenes o pequeños nietos. El país que se ofrece a la vista es simplemente un territorio ocupado por millones de personas viviendo en una anarquía cada vez mayor, sin ejemplos para emular, lamentable situación que se va extendiendo, poco a poco, hasta el seno de las propias familias, que hasta hace poco eran el bastión infranqueable que defendía la educación y el porvenir de los descendientes.

Un país en absoluto y completo desorden, sin autoridades capaces de ofrecer las garantías que todo habitante tiene derecho constitucional y hasta humano de recibir. El robo, los asaltos, los secuestros, la violencia física, la muerte, los encapuchados, la droga, la crisis educativa, la toma de fábricas, universidades, edificios públicos, los escarches, la llamativa insubordinación de grupos sindicales, los enfrentamientos armados entre las distintas facciones, el desafío a las autoridades, la impotencia policial, la disolución de las fuerzas armadas, los increíbles enfrentamientos de las autoridades con otras de países hermanos, el apoyo a las dictaduras americanas, los desafíos a las autoridades eclesiásticas, el manejo monárquico de las instituciones, la desaparición de personas,  el apriete judicial, la inacción de los órganos legislativos, la exclusión social, los accidentes de tránsito en niveles no alcanzados en el mundo, la inseguridad aérea, los pasajeros maltratados, y ahora, por si fuera poco, la corrupción, funcionarios cuestionados judicialmente que siguen en sus cargos y, peor aún, se auto convierten en funcionarios de cancillería, etc. etc.

Panorama desalentador para todos aquellos que pensamos en futuro, que no estamos anclados 30 años atrás, que deseamos la seguridad para nuestros hijos y para nuestros padres. No existe posibilidad de una oposición fuerte, creativa, unida. Analizar las listas de partidos políticos que participarán en las próximas elecciones, tanto de la ciudad como del país, nos ofrece un muestrario de deslealtades; políticos que en los últimos diez años formaron parte de tres o cuatro grupos políticos, diatribas para quienes compartieron tribunas y bancas, olvido de las propias acciones pero memoria inigualable para recordar los errores del adversario.

Solo nos está quedando la fe en Dios. El de cada uno. Elevemos entonces nuestras plegarias.