HIstoria del barrio de la Boca primera parte

Desde el siglo XVI, una serie de incursiones portuguesas en el «Mar de Solís» (Río de la Plata) alertaron a la Corona de España sobre la necesidad de proteger la zona. Los portugueses, del mismo modo que los españoles, ansiaban las riquezas del Nuevo Planeta y suponían que el inexplorado Río de la Plata podría ser un acceso directo cara el océano Pacífico o bien cara el Perú, cuya riqueza deslumbraba a todos y cada uno de los europeos. La Corona de España estimó que un puerto en el Río de la Plata sería el punto de inicio para la conquista de nuevos tesoros y además de esto evitaría la intromisión portuguesa.
De este modo, en mil quinientos treinta y seis, una nutrida expedición encabezada por Pedro de Mendoza ingresó en el Río de la Plata y levantó un fuerte hecho con la madera del casco de uno de los barcos. El nuevo asentamiento se llamó Fuerte de Santa María del Buen Ayre: la primera Buenos Aires. Conforme la versión histórica oficial este fuerte se levantó en el presente Parque Lezama, es decir en el distrito de la Boca, si bien no hay un registro preciso que lo confirme y ciertos autores mantienen que el auténtico lugar de fundación podría haber sido un tanto más al norte.
No obstante, una parte de la expedición prosiguió remontando el Paraná, al tiempo que el Fuerte del Buen Ayre padecía hambrunas y ataques, tanto de los animales nativos (yaguaretés o bien tigres) como de los aborígenes: el Río Matanza (Arroyo desde el Puente La Noria hasta el Río de la Plata) debe su nombre a la fiero lucha que protagonizaron los europeos y los indios querandíes en mil quinientos treinta y seis, en las márgenes de tal río. El enfrentamiento acabó con la muerte de en torno a mil indígenas, contra 27 bajas españolas, incluyendo al capitán Diego de Mendoza.
Los españoles que prosiguieron remontando el Paraná crearon el pueblo de Asunción en mil quinientos treinta y siete y su Teniente de Gobernante, Domingo Martínez de Irala, decidió transformarla en una plaza fuerte lugar desde donde partirían las expediciones a la mítica Sierra de la Plata (Bolivia). En el marco de este plan, Irala decidió que lo idóneo sería destruir Buenos Aires y trasladar a los colonos a Asunción, donde el tiempo era más caluroso y los indígenas más amistosos. No obstante, los porteños y su Teniente de Gobernante, Francisco Ruiz Gallardo, se opusieron a la evacuación puesto que las cosechas de maíz habían dado un alto rinde y los indígenas no habían vuelto a atacarlos. Frente al desobedezco, Irala se trasladó personalmente al Río de la Plata para solucionar el enfrentamiento y de esta forma, la primera Buenos Aires, fue desarticulada en 1541.
Afianzada Asunción, partieron desde allá múltiples expediciones frustradas a la Sierra de la Plata, hasta el momento en que, por último, los españoles provenientes del Perú llegaron primero. El emplazamiento paraguayo perdió su razón de ser y la zona fue rechazada por la Corona. Tras la muerte de Irala, Asunción procuró romper su aislamiento comercial, fundando nuevos pueblos cara la costa atlántica que le dejaran comerciar con España. De esta manera es que Juan de Garay funda los pueblos de Santa Fe (mil quinientos setenta y tres) y Buenos Aires (mil quinientos ochenta).
La Segunda Buenos Aires

Los límites urbanos originales de la nueva Buenos Aires fueron los siguientes: al Este la barranca del Río de la Plata (Av. Camino Colón – Av. Alem), al Oeste las presentes calles Brinca y Libertad, al Sur la presente Avenida Independencia y al Norte la calle Viamonte. Alén de la traza urbana se extendían las tierras de provecho común o bien “chacras”, que servían para el autoabastecimiento de la ciudad: allá se efectuaban cultivos y se criaba al ganado. Pasando las chacras Garay asimismo repartió grandes franjas de tierras entre los colonos, que tiempo después serían las primeras estancias. Cara el sur el reparto englobó desde el Arroyo hasta la zona de Ensenada y Magdalena, al tiempo que cara el norte, la distribución empezó desde la presente Plaza San Martín (Retiro) hasta lo que es el día de hoy el Partido de San Fernando.
Con el tiempo, la urbe original se expandió y al sur de la Avenida Independencia brotó el distrito de San Telmo, vivienda de personajes ilustres y sede de las primordiales instituciones de la urbe como por poner un ejemplo su primer centro de salud.
Alén del Parque Lezama la zona se volvía baja y anegadiza, lo que impidió a lo largo de bastante tiempo el asentamiento de vecinos estables. Originalmente hubo allá una serie de barracones para la comercialización de esclavos negros, al paso que en el periodo independiente empezaron a marchar los primeros saladeros (cobertizos en que se salaba la carne vacuna para la exportación) y curtiembres de cuero.
Siglo XIX
Hasta principios del siglo XIX, lo que el día de hoy es el distrito de La Boca se sostuvo prácticamente desierto, siendo entre los años mil ochocientos treinta y mil ochocientos cincuenta y dos cuando empezaron a instalarse las primeras familias.3​ Siendo la zona de mayor entrada de navíos, a fines del siglo XIX se asentaron allá muchos inmigrantes italianos, eminentemente genoveses, que le dieron al distrito su fisonomía actual. De allá fue que a los residentes de La Boca se los conocía como Xeneizes (deformación de «zeneizi», esto es, genoveses, en su dialecto) y, años después, por extensión, los llenes del club Boca Juniors se identificaron de igual manera.
Los inmigrantes se reunieron en Conventillos y pintaron sus casas con los excedentes de pintura que traían los marineros. Como la pintura no alcanzaba para cubrir una casa de un mismo color, se emplearon distintos colores para pintarlas.
Los conventillos de La Boca se caracterizaban por ser construcciones de chapas de metal acanaladas, montadas en muchas ocasiones sobre conduzcas o bien cimientos altos debido a las usuales inundaciones. En su interior contaban con gran cantidad de pequeñas habitaciones, donde se «acomodaba» cada familia, al paso que la cocina y el baño común era compartido por todos y cada uno de los inquilinos que la habitaban. Siempre y en todo momento había un patio y balcones irregulares que fueron el campo donde se mezclaban y enriquecían las distintas etnias en una correspondencia que dio origen a una pintoresca utilidad de personajes- como El bombero, la ramera, el «cafishio», el enano, el equilibrista o bien el borracho -, que son salvados entonces por el arte popular.
La fiebre amarilla golpeó al sur de la urbe entre mil ochocientos setenta y mil ochocientos setenta y uno, dejando innumerables víctimas.5​ De esta forma, los vecinos adinerados del distrito de San Telmo, decidieron trasladarse cara el norte, donde había una mayor cantidad de espacios verdes y una menor densidad poblacional. Desde allá, las grandes casonas descuidadas de San Telmo fueron subdivididas en múltiples cuartos que eran alquilados a los inmigrantes. Este hecho ahondó todavía más la división de la urbe en estratos sociales muy definidos: la aristocracia se reunió al Norte de la urbe, al paso que el Sur fue ocupado por el proletariado.
En mil ochocientos setenta La Boca ya tenía una gran parte de su fisonomía actual y en mil ochocientos noventa y cinco era la segunda sección de la Capital. Sobre una población de treinta y ocho habitantes, diecisiete eran argentinos, catorce italianos, dos.500 españoles y el resto de otras nacionalidades.
En mil ochocientos sesenta y tres empezaron los trabajos del Tren Buenos Aires al Puerto de la Ensenada (en un inicio conocido como Tren de La Boca). Esta línea comenzaba su recorrido en Camino Colón y Venezuela, donde se edificó una estación elevada llamada, justamente, Venezuela y, desde allá, las vías avanzaban por un puente de hierro hasta la zona de Casa Amarilla, para entonces seguir por tierra. A «Venezuela» le proseguían las estaciones Casa Amarilla, General Brown (originalmente llamada La Boca), Barraca Peña y 3 Esquinas (Montes de Oca y Osvaldo Cruz). Allá las vías cruzaban el Arroyo para proseguir cara Quilmes y Ensenada.
En mil ochocientos sesenta y seis se inauguró un ramal que desprendiéndose en la estación General Brown (Olavarría y Filiberto) tomaba por la presente calle Caminito y después avanzaba por la avenida Don Pedro de Mendoza hasta su intersección con la avenida Almirante Brown donde se levantaba la estación Muelle de La Boca, si bien la vía proseguía hasta la calle Caboto más o menos. En mil ochocientos setenta y dos este tren se extendió un tanto cara el norte, continuando por la avenida Camino Colón hasta su intersección con Bartolomé Mitre, donde se levantó la Estación Central de la ciudad de Buenos Aires. No obstante, esta terminal, compartida con otras empresas (FCO, FCN, FCS, etcétera) tuvo una fugaz existencia, puesto que en mil ochocientos noventa y siete la edificación fue devorado por un incendio y desde allá los servicios del Tren Ensenada empezaron a operar desde Casa Amarilla, demoliéndose el puente de Camino Colón y la estación Venezuela.
Mientras, en mil ochocientos setenta y seis el ingeniero Luis A. Huergo gana un concurso efectuado por la Provincia de la ciudad de Buenos Aires para los trabajos de canalización del Arroyo que entendían el ensanche, profundización, apertura de una nueva boca y construcción de nuevos muelles. Estas mejoras dejaron el normal acceso de navíos de ultramar, fortaleciendo las posibilidades que ofrecía el Arroyo como puerto natural de la urbe. No obstante, en mil ochocientos ochenta con la federalización de Buenos Aires, el Arroyo se establece como frontera entre la provincia y la nación y en mil ochocientos ochenta y dos Eduardo Madero presenta un proyecto para el nuevo puerto de la ciudad de Buenos Aires (actual Puerto Madero) que funcionaría al unísono como un frente terminante para la flamante urbe Capital. El ing. Huergo objeta el proyecto de Madero en sus aspectos teóricos y financieros, considerando el sistema de dársenas como lento y obsoleto, aparte de exageradamente costoso. Por su parte, Huergo presenta una propuesta opción alternativa adoptando un diseño de dársenas abiertas o bien dentiformes (afines al diseño de Puerto Nuevo), situadas desde el Arroyo hasta la Plaza de Mayo, con un solo acceso al puerto por el canal sur, esto es sosteniendo a La Boca como epicentro del desarrollo portuario y también industrial de la urbe. Por último el Congreso Nacional aprueba el proyecto de Madero y los inconvenientes técnicos adelantados por Huergo brotaron prácticamente inmediatamente. La Construcción de Puerto Madero, Dock-Sud, Puerto Nuevo y el Puerto de La Plata, no hicieron más que acentuar la pérdida del rol estratégico, que hasta ese momento había tenido el puerto del Arroyo, que en escaso tiempo se transformó en un mero puerto de cabotaje, apéndice del obsoleto Puerto Madero.6