El ayuno intermitente se ha convertido en la nueva moda en nutrición. Es saludable?

Hace unos 10.000 años nuestros ancestros se nutrían del follaje y los frutos que recogían de la propia naturaleza para ir tirando, hasta el momento en que lograban apresar un sustancioso animal y se podían dar un festín a lo largo de unos días. Este estado, entre el banquete y la escasez, es lo que ha hecho que nuestros hígados y músculos sean capaces de guardar hidratos de carbono de simple acceso en forma de glucógenos y que nuestro tejido graso sostenga las reservas de larga duración, que nos dejan subsistir sin comer a lo largo de semanas. “Los individuos cuyos cerebros, cuerpos y desempeño físico eran perfectos en estado de ayuno tenían más probabilidades de conseguir comestibles y competir con otros individuos que no eran capaces de marchar a un nivel tan bueno”, asegura Mark Mattson, un neurocientífico del Instituto Nacional del Envejecimiento en Maryland (U.S.A.) que lleva años estudiando los efectos del ayuno en el cerebro y practicándolo en sus carnes. Mattson no ingiere ningún comestible hasta las 3 de la tarde, cuando empiezan sus 6 horas felices en las que ingiere las dos mil calorías que componen su dieta. Este hábito puede parecer extremo para quienes llevamos años oyendo lo esencial que es comer 5 veces al día, pero segun Mattson, los humanos estamos pertrechados para esto y, a la luz de las últimas investigaciones, practicar el ayuno tiene un sinnúmero de beneficios para la salud. Entre otros muchos, la protección ante enfermedades cardiacas, cáncer, obesidad, diabetes y otras neurodegenerativas, como el alzhéimer, puesto que asegura que promueve la regeneración neuronal y mejora el aprendizaje y la memoria.

La ‘antidieta’

En mil novecientos setenta y uno, un hombre de veintisiete años y doscientos kilogramos de peso asistió al departamento de Medicina de la Universidad Dundee, en Escocia, en pos de ayuda. El paciente A.B., como lo llamaron los médicos, precisaba perder peso. Sus médicos le aconsejaron entonces un modo de acción corto mas drástico: parar de comer por completo. Solo ingirió suplementos de vitaminas, diastasas y fluidos no caloríficos a lo largo de trescientos ochenta y dos días en los que perdió ciento veinticinco kilogramos. Esta “dieta” se transformó en el periodo más largo de ayuno registrado, e inclusive entró a ser parte del Libro Guiness de los Records de ese año. En el informe sobre el caso, los facultativos que le trataron adujeron que A.B. padeció poco o bien ningún efecto desfavorable en su salud y en una revisión 5 años después solo había ganado unos seis kilogramos.

No obstante, se debe considerar que “El ayuno terapéutico se ha empleado bajo supervisión médica en casos de obesidad grave, pero desde ya mas de unas décadas ha dejado de practicarse por no haberse probado su eficiencia en un largo plazo. Es un error creer que si hacemos periodos de ayuno largos estando obesos, el organismo emplea solo la reserva grasa. Realmente lo que ocurre es que, en un inicio, hay una pérdida de las reservas de glucosa guardadas en forma de glucógeno y más tarde y una vez consumido el glucógeno hepático, hay que conseguir glucosa y energía de otros tejidos. De esta forma empieza la disminución de grasa que a los 3 días de ayuno está estimulada al máximo”.

Y “Además, esta pérdida de grasa no es igual en personas obesas que en las delgadas. Tras sesenta horas de ayuno, en obesos prácticamente toda la energía procede de la grasa, y en cambio en sujetos delgados ya hay una esencial pérdida de masa proteica. Pero cuando se adelgaza a lo largo del ayuno, la mayor pérdida al empezar es a cargo del líquido anatómico. Después, al consumirse tejido graso y proteico, el perder peso asimismo va a arrastrar grasa y masa muscular.”

“Desde un punto de vista nutricional no existe evidencia científica contrastada que permita recomendar la realización de ayunos intermitentes como una práctica de alimentación saludable. Entendemos por alimentación saludable aquella que incluye principalmente alimentos de origen vegetal: frutas, verduras, legumbres, frutos secos y harinas integrales de cereales; mejor pescado que carne y dentro de las carnes, mejor las que tienen menos grasa; aceite de oliva y ausencia o presencia excepcional de alimentos ricos en azúcar, grasas saturadas, sal y alcohol. Todo ello con unos hábitos también saludables como realizar 4 o 5 comidas diarias para repartir mejor el aporte energético y llegar con menor sensación de hambre a las comidas principales”.

El gran dilema es qué sucede pasados los años en personas sanas que practican como norma este tipo de ayuno. “Hay muy pocos datos de sus efectos a largo plazo, al igual que la restricción excesiva de calorías prolongada en el tiempo, no va a ser viable”

También podría gustarte Más del autor

Los comentarios están cerrados.