Todos tenemos que convivir con el envejecimiento. Absolutamente nadie es inmune a él y desde hace siglos procuramos detenerlo o bien aun encontrar la forma de retrasarlo lo más posible. A pesar de esto, la auténtica reversión de la edad a nivel celular prosigue siendo bastante difícil de lograr. Ahora un conjunto de especialistas dirigidos por John Cooke, ha desarrollado una tecnología con la capacidad de remozar las células humanas. Algo esencial para quienes padecen de progenia o bien Síndrome de Hutchinson-Gilford, una enfermedad extraña que se identifica por un veloz envejecimiento y afecta a unos doscientos cincuenta pequeños en el mundo entero.
El equipo de Cooke se centró en este síndrome por el hecho de que puede aprender mucho sobre el envejecimiento por norma general, algo que en último término resulta relevante para todos .
“Estos pequeños mueren de ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares a los trece, catorce y quince años – explica Cooke en un comunicado –. Si bien las terapias actuales son útiles, solo añaden un año o bien 2, en promedio, a la vida del paciente. Deseábamos hacer algo que mejorara la calidad de vida de estos pequeños y potencialmente les dejara vivir más tiempo, con lo que nos dedicamos a estudiar sus células y ver si podríamos prosperar su función”.
Cooke y su equipo se centraron en los telómeros, esencialmente el reloj biológico de las células: conforme avejentamos, los telómeros se acorta, marcando el tiempo que nos queda. En pequeños con progenia, los telómeros son más cortos.
“Todos padecemos el desgaste de los telómeros – agrega Cooke –, y muchas de las cosas que les ocurren a estos pequeños, nos pasan a nosotros, solo que a un ritmo acelerado. Lo que hemos probado es que cuando invertimos el proceso de acortamiento de los telómeros en las células de estos pequeños y los prolongamos, es posible revertir muchos de los inconvenientes asociados con el envejecimiento”.
En un artículo publicado en el Journal of the American College of Cardiology, los especialistas describen la tecnología llamada terapéutica ARN. Gracias a ella fueron capaces de conseguir las células para generar una proteína, llamada telomerasa, que puede extender y prolongar el telómeros. Esencialmente les dieron a las células la información que precisaban para extender los telómeros mediante un sistema de administración de ARN y después dejaron que las células hiciesen el resto.
El tratamiento, efectuado a lo largo de unos poquitos días, fue suficiente para tener un efecto fisiológicamente relevante y significativo sobre la vida útil y la función de las células.
“Lo más inopinado de nuestro trabajo fue el efecto trágico que la tecnología de extensión de telómeros tuvo en las células – concluye Cooke –. No aguardábamos ver un efecto tan trágico en la capacidad de las células de abundar, podrían marchar y dividirse más en general, y les dábamos vida extra, como una mejor función”.
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