Los viejos árboles de Buenos aires y los reclamos de los vecinos

Los vecinos se acercan a contarnos sus problemas. Los principales reclamos tienen que ver con la falta de poda, con la rotura de veredas por extensión de las raíces de los viejos árboles, la vetustez de los mismos y el peligro que entraña en muchos casos el estado de verdadera “muerte” del arbusto, con troncos secos, inclinados peligrosamente, ramaje que cubre balcones, que permite – trepándolos- llegar a los ventanales con la consiguiente pérdida de la seguridad, ramas contaminadas, nidos de roedores en la base de tierra, etc.

Si uno visita el sitio en la web de la repartición, puede encontrar valiosos datos sobre las distintas especies que existen en cada cuadra (o en la mayor parte de ellas), seguramente originadas en un censo de demasiada antigüedad.

En esta etapa de mayor reflexión sobre el estado de los espacios públicos, creemos se tendría que ponerse un mayor énfasis en recuperar el arbolado del estado de abandono en que se encuentra. Ejemplos hay decenas, en cualquier zona de Buenos Aires y las páginas de los periódicos de circulación nacional suelen ilustrar, luego de cada tormenta con vientos más o menos intensos, los árboles caídos más de una vez sobre automotores, o cortando la circulación de una calle, cayendo sobre instalaciones telefónicas, eléctricas o de TV por cable y hasta causando alguna víctima inocente.

Sabemos que el estado de la ciudad al asumir las nuevas autoridades era muy complejo, para emplear un término blando; que es imposible resolver en seis meses o un año la desidia y abandono generalizado en casi todas las áreas de competencia del GCBA; reconocemos la dificultades y trabas políticas y sindicales que sistemáticamente ponen palos a la rueda, pero esto no debe ser impedimento para que con energía y responsabilidad los organismos de gestión finalicen rápidamente su reorganización interna y sin perder un minuto más, comiencen a ponerse en ejecución los planes para recuperar el Buenos Aires perdido desde hace mucho tiempo.

No olvidarse de los árboles, es escuchar a quienes no tienen voz pero tienen vida.

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