Venenos que pueden curar

Las gentes de la Guayana Francesa están acostumbradas al trasiego de viajantes que prosiguen la senda que describió Henri Charrière en su novela Papillon al charlar de la crueldad de los campos de trabajo de la colonia a lo largo de más de un siglo. Mas esta vez asisten perplejas al desfile de científicos que forman la expedición de Venomics, un novedoso proyecto que pretende identificar y desarrollar medicamentos desde substancias ponzoñosas de los animales.

Ellos dejan atrás las casas habituales antillanas y cualquier otra señal turística para adentrarse en el espeso bosque, sin importar lo más mínimo que a su paso el aire les azote la piel. Parecerían buscadores web de oro trasnochados si no fuera por el hecho de que se detienen en una de las mayores amenazas para esta población: el veneno de animales como la serpiente de Gabón, que cuando asoma, inocula su tósigo en la víctima merced a unos ganchos de 5 o bien más centímetros. Se considera uno de los venenos de víbora más perjudiciales. Es hemorrágico y genera una necrosis que puede tener un resultado fatal en los días siguientes.
¿Qué interés puede despertar, entonces, si no es la posibilidad de dar con un antídoto? “Buscamos vínculos entre ese veneno y la salud humana, convertir toxinas mortales en medicamentos que puedan salvar vidas”, responde Rebeca Miñambres, de Sistemas Genómicos, la compañía de España que participa en esta iniciativa, y responsable del Área de Transcriptómica del Proyecto Venomics.
Ya han recogido ciento veinte muestras de las glándulas de arañas, escorpiones, víboras y también insectos. Y se han identificado doscientos moléculas. Conforme se mire, un genuino polvorín o bien un valioso almacén de fármacos que en un futuro van a poder calmar el dolor y tratar enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas, aun el cáncer. Este es el reto del Proyecto Venomics, un consorcio de 8 universidades y empresas de 5 países europeos (Bélgica, Dinamarca, Francia, Portugal y España).Depositar la salud en un banco mortal.

La razón de venir a la Guayana Francesa a tomar las muestras es su impresionante diversidad (cuatrocientos especies de vegetación y fauna), y por el hecho de que su condición de vieja colonia gala hace que esté sosten a la legislación francesa y europea, lo que favorece la investigación. Acá es simple hallar boas, anacondas, langostas, moscas y mosquitos de todo pelaje, termitas y las temibles hormigas rojas. Estas últimas poseen un químico mortal, piperidina, presente asimismo en la cicuta, la ponzoña utilizada por Sócrates. Si bien provoca prurito y también irritación intensos, sus compuestos son útiles como estimulantes de la función cognitiva en el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer.
Vista la pertinacia de los estudiosos, algún lugareño les previene de la rana azul, que pese a su color vivo tan atrayente, desprende jugos mortales si se aspiran. Donde el resto ven un tóxico, los científicos contemplan un recurso natural más, compuesto por péptidos que pueden tener actividades farmacológicas renovadoras. “Si los venenos han sido un descubrimiento espectacular para la medicina, los avances en tecnología todavía más”, señala Miñambres. “La tecnología genómica nos está dejando conocer mejor la diversidad del veneno y producir secuencias de péptidos como paso anterior a su producción industrial in vitro a través de secuenciación masiva”.
La compañía de España Sistemas Genómicos ha concebido una metodología que deja el análisis de moléculas de ARN de un organismo en tiempos récord. Los estudiosos utilizan asimismo nuevas tecnologías que permiten conseguir millones de secuencias. Merced a estos avances, día a día sabemos más sobre seres vivos con capacidades curativas y somos capaces de reproducir en menos tiempo las moléculas que hacen de sus venenos algo único. De las especies recogidas, noventa han sido analizadas a través de transcriptómica y treinta por proteómica. Se espera conseguir más de veinte secuencias al final del proyecto, que representarán la mayor base de datos de toxinas existente hasta el instante.

La farmacia en un aguijón

La escena se repite en el Instituto de Biomedicina de Valencia. Allá, Juan José Calvete, estudioso del CSIC, ha conseguido secuenciar el primer genoma de una víbora venenosa, la cobra real, y desentrañar ciertas claves moleculares sobre el origen evolutivo de la producción de veneno en este animal. Las toxinas de este ofidio, la víbora venenosa más grande del planeta, son neurotóxicas; o sea, afectan al sistema inquieto y central. Su veneno no es el más potente del reino animal, mas su mordedura puede inyectar suficiente ponzoña (unos siete mililitros) para matar a un elefante.
“Durante su evolución”, afirma, “las víboras venenosas han desarrollado unas glándulas en las que ciertos genes se han ido convirtiendo para generar toxinas. Ahora, el reto más alucinante es reproducir en laboratorio ese mecanismo a través de el que una proteína ordinaria se convierte en una toxina, y alterarlo a fin de que, en vez de matar, asista a curar”.
¿De qué forma es posible? “Los venenos”, explica Calvete, “son complejos de toxinas que actúan antagonizando receptores cuya actividad está perturbada en ciertas enfermedades. En el caso de la cobra real, afectan primordialmente a los sistemas cardiovascular y inquieto, bloqueando receptores vitales para la transmisión inquieta. La muerte sobreviene por parada cardiorrespiratoria. Esas neurotoxinas han sido apartadas y están ya en fase clínica para el tratamiento del dolor”. El día de hoy ya existen múltiples medicamentos en el mercado (por poner un ejemplo, para tratar la hipertensión) cuyos péptidos se han basado en el veneno de estos reptiles. Conforme Juan José Calvete, “las posibilidades terapéuticas son cada vez mayores merced al abaratamiento y precisión de la tecnología. El potencial biotecnológico y clínico de esta nueva generación de moléculas químicas sintetizadas en el laboratorio a fin de que reproduzcan los mecanismos de acción de las proteínas halladas está todavía por descubrir”.
Hoy día, hay 6 toxinas, o bien medicamentos derivados de ellas, indicados para hacer frente al dolor crónico o bien regular la coagulación sanguínea. Es el caso de captopril, un inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina desarrollado desde un péptido hipotensor apartado del veneno de la jararaca (Bothrops jararaca) y aprobado en mil novecientos setenta y nueve para el tratamiento de la hipertensión sanguínea. O bien ziconotide (Prialt), la manera sintética de la conotoxina de los caracoles Conus magus, eficiente contra el dolor crónico y grave.
Los científicos tratan de dar con otras especies de este caracol que aporten toxinas que, apartadas, se podrían utilizar en el tratamiento contra el alzhéimer, el párkinson y la epilepsia. El potencial terapéutico de este animal se intuye en el número de componentes que podrían ser útiles para la salud humana: setenta y cinco. Otros estudios clínicos prueban la utilidad del veneno de ciertas especies de ciempiés para calmar el dolor y como potente desinflamatorio. Y de este modo podrían contarse hasta ciento setenta animales venenosos y cuarenta millones de sus proteínas, que explican por qué razón esta línea de investigación es tan prometedora.

Cuando los venenos curen

Ahora va a haber que ajustar las dianas terapéuticas y no dejar que el entusiasmo precipite conclusiones. En Cuba, el medicamento Escozul y su derivado homeopático, Vidatox, penetraron hace unos años como promesa para fulminar cualquier clase cáncer y otras enfermedades, incluyendo el sida, merced a la acción del veneno diluido del alacrán azul.
Es verdad que su efecto sobre las células está en fase de investigación, mas aún no existe ni una publicación médica referente al tratamiento con Escozul. “Todo lo que se puede localizar son testimonios personales y notas de prensa”, advierte Ricardo Cubedo, oncólogo del Centro de salud Puerta de Hierro de la capital de España. Para él, el mayor riesgo es que, al plantearse en vez de los tratamientos basados en la experimentación científica, pueden eludir que ciertas personas con tumores tratables reciban tratamiento eficiente.
El Proyecto Venomics ha alcanzado la mitad del camino, mas, como afirma Rebeca Miñambres, ha bastado para demostrar que el descubrimiento de cientos y cientos de péptidos y proteínas en el veneno de una sola especie abre múltiples posibilidades. El cáncer, los inconvenientes cardiacos y las enfermedades metabólicas semejan los aspirantes más probables para ser el blanco de esta importante empresa.

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